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Manuel Boglio

La Resurrección: ¿Qué Importa?

Actualizado: 18 abr 2022


1 Corintios 15 es uno de los capítulos más importantes en la Biblia, por diversas razones. Una de esas razones es porque contiene el credo cristiano más antiguo en la historia de la iglesia (vv. 3-5), lo cual nos permite saber, directamente, qué es el mensaje que los primeros cristianos predicaban. Uno de los ataques más comunes en contra del cristianismo es que el mensaje original ha sido distorsionado. Los que dicen esto afirman que Jesús era un mero hombre, que enseñó grandes cosas, pero nunca hizo milagros, ni resucitó, y mucho menos dijo ser Dios. Según estas personas, estas historias son inventos de la iglesia que se añadieron a la historia original, y por tal razón el Jesús que predicamos, hoy, no es el Jesús que vivió hace 2,000 años atrás.


No podré tocar el tema de los milagros y la deidad de Jesús, aquí, pero sí puedo hablar un poco sobre la Resurrección. Según los expertos, el credo de 1 Corintios 15 se originó dentro de los primeros 3 años, luego de la muerte de Cristo, y es de origen apostólico. Es decir, esto es exactamente lo que Pedro y los demás apóstoles estaban predicando, mucho antes de la conversión de Pablo. El enlace anterior es de un ateo, experto en el nuevo testamento, el cual confirma lo que acabo de decir. Elegí citar a un experto no-cristiano precisamente para que entiendan que lo que estoy diciendo no es un mero invento de algún cristiano intentando defender su fe, sino que es el consenso académico entre los historiadores y expertos del nuevo testamento, independientemente de su fe.


1 Corintios 15:3-5, entonces, demuestra que el mensaje central del evangelio nunca ha cambiado desde sus inicios. El pasaje es sumamente importante porque refleja lo que los primeros cristianos, comenzando por los seguidores de Jesús, predicaban desde los inicios del cristianismo. Y, ¿qué es lo que ellos predicaban? Nos dice, primeramente, que Jesús murió por nuestros pecados (v. 3), que fue sepultado (v. 4a), y que resucitó al tercer día (v. 4b). Luego, afirma que se le apareció a Cefas (Pedro), y a los demás apóstoles (v. 5), y Pablo le añade una lista de otras personas, incluyéndolo a él y a 500 personas más, al cual Jesús se le apareció vivo, luego de Su muerte (vv. 6-7).


El evangelio original, entonces, consiste en la muerte, sepulcro, y resurrección de Cristo, y estaba centrado en testigos primarios. Esto demuestra que la Resurrección no es un invento de la iglesia, años más tarde, sino que es parte del mensaje que siempre se ha predicado. Como mínimo, el incrédulo debe de admitir que los primeros cristianos tuvieron una experiencia que ellos interpretaron como la resurrección de Cristo. Aún si no crees en la Resurrección, es importante aceptar que no es una mera historia que alguien inventó, años mas tarde. Algo ellos vieron, y este “algo” los llevó a creer que Jesús había resucitado.


Tan impresionante fue este “algo,” que hasta Jacobo, hermano de Jesús, quien no creía que Jesús era el Mesías (Juan 7:5), fue convencido de que Jesús había resucitado. Luego de haber visto este "algo," Jacobo se convirtió en uno de los líderes de la iglesia (Hechos 15:13, 19; Gálatas 2:9), y hasta escribió una de las cartas del nuevo testamento (Santiago). ¿Qué pudo haber visto Jacobo que provocó tal cambio en su vida? Similarmente, Pablo era perseguidor de la iglesia (Hechos 8:3; 1 Corintios 15:9), hasta que vio ese “algo,” el cual lo llevó a creer que Jesús había resucitado. Desde entonces, Pablo dedicó su vida al evangelio.


¿Qué pudieron ellos haber visto que los transformó de ser discípulos miedosos, incrédulos, o hasta perseguidores de la iglesia, a ser evangelistas que estaban dispuestos a ser perseguidos y hasta morir por el evangelio? ¿Qué pudo haber ocurrido en esos días, luego de la muerte de Jesús, que cambió la vida de todos aquellos que lo vieron, hasta crear la religión más grande del mundo, la cual sigue perseverando hasta el día de hoy? En mi mente, solo un evento como la Resurrección puede explicar tal transformación e impacto en el mundo, pero si tienes una mejor explicación, en confianza me la dejas saber.


Todo lo que acabo de decir es muy importante, pero no diría que es lo más importante que encontramos en 1 Corintios 15. Luego de establecer el credo y la realidad de la Resurrección, Pablo comienza a explicar la importancia de la Resurrección en la vida del creyente. Es aquí donde Pablo nos dice unas de las palabras más conocidas en la Biblia, y unas de las más importantes: “Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana” (v. 17).


Mientras celebramos Semana Santa, es importante que el cristiano entienda la importancia de estas palabras. Es importante que entendamos el significado de la Resurrección que estamos celebrando, y el por qué Pablo nos dice que, sin ella, nuestra fe es vana (no vale nada). Pensemos en el mensaje que nosotros predicamos. En palabras sencillas, el cristiano afirma que Jesús murió por nuestros pecados, y que si creemos en Él, seremos salvos (Juan 3:16). Te pregunto, ¿qué hizo Jesús para pagar por nuestros pecados, y así asegurar nuestra salvación? La respuesta es sencilla: murió en la cruz en nuestro lugar (Romanos 5:8). Fue la muerte de Jesús lo cual pagó por nuestros pecados, y es por Su sangre que somos hechos limpios (1 Juan 1:7). Fue en Su muerte, no en Su resurrección, que todo fue consumado (Juan 19:30). Es decir, Su muerte cumple con la justicia de Dios, pone fin a la esclavitud de la Ley y del pecado, y a la vez muestra el amor y la misericordia de Dios hacia nosotros, ofreciéndonos perdón y salvación.


Sin embargo, en 1 Corintios 15, Pablo no está hablando sobre la muerte de Jesús; está hablando sobre Su resurrección. Y, no nos está diciendo que nuestra fe es vana si Jesús no hubiera muerto por nuestros pecados; nos está diciendo que es vana si Jesús no resucitó. ¿Por qué? Si es la muerte de Jesús la cual logra la salvación, a tal punto de que nosotros afirmamos que “por Su sangre fuimos limpiados,” ¿por qué Pablo le da tanta importancia a la Resurrección? Digamos que Jesús nunca hubiera resucitado; que la Resurrección nunca hubiera sido parte del plan, sino que Jesús solo vino para morir en nuestro lugar. Y, digamos que todo esto se cumplió, Jesús murió, la deuda fue salda, el pecado vencido, la justicia de Dios satisfecha, y si creemos en Él, seremos salvos. ¿En qué cambiaría todo esto si Jesús no hubiera resucitado? La realidad es que, por lo menos en mí mente, no habría ninguna diferencia. Si lo que pagó por nuestros pecados fue Su muerte, pues Su resurrección, o la ausencia de Su resurrección, no cambiaría esta realidad.


Pero, si esto es el caso, ¿por qué Pablo dice que, sin la Resurrección, nuestra fe es vana? Y, no solo eso, aunque muy pocas veces citamos el pasaje completo, la verdad es que Pablo es más fuerte, aún. Además de decir, dos veces, que, si Jesús no resucitó, nuestra fe es vana, nos dice que nuestra predicación también es vana (v. 14), que somos hallados falsos testigos de Dios (v. 15), que aún estamos en nuestros pecados (v. 17), que nada de lo que hacemos o sufrimos por el evangelio tiene ningún valor (vv. 29-32), y que lo que damos es pena (v. 19). ¡Cuán importante es la Resurrección, para Pablo!


Pero, si lo que logra todo esto es la muerte de Cristo, ¿por qué Pablo insiste en que es la Resurrección? ¿Se habrá equivocado Pablo? Déjame ofrecer la respuesta a esta pregunta, antes de que alguien me tache de hereje. La pregunta es, ¿por qué nuestra fe es vana sin la Resurrección? Y, la respuesta la podemos encontrar en Jesús mismo.


En más de una ocasión, Jesús dijo que Su resurrección sería evidencia de la validez de Su mensaje, autoridad, y naturaleza (Mateo 12:38-42; 16:1-4). En una ocasión (Juan 2), Jesús entró al templo, donde algunos judíos se habían sentado y convertido “la casa de mi Padre en casa de mercado” (v. 16). En otras palabras, estaban usando el templo para hacerse de dinero, aprovechándose de la fe de las personas, y de esta forma profanaban al templo. Cuando Jesús ve esto, se enoja, hace un azote de cuerdas, y “echó fuera del templo a todos” (v. 15). Los judíos, claramente sorprendidos, retan la autoridad de Jesús, y le exigen una señal que demuestre que Él tiene tal autoridad para hacer esto (v. 18). En respuesta, Jesús les dice, “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v. 19). Luego, el autor nos aclara que Jesús estaba hablando de Su cuerpo, profetizando Su muerte y resurrección (v. 21), y que, luego de Su resurrección, los discípulos recordaron estas palabras, “y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho” (v. 22).


Este evento nos demuestra algo muy sencillo: la resurrección de Cristo valida Su mensaje, Sus promesas, y Su naturaleza. Jesús, en vida, hizo muchas obras, afirmó muchas cosas sobre Su naturaleza, y nos hizo ciertas promesas. Nos dijo, por ejemplo, que era el Hijo de Dios (Juan 14:6), el Mesías (Lucas 9:22), que tenía autoridad para perdonar pecados (Marcos 2:10-11), y hasta dijo ser Dios mismo (Juan 8:58). Su resurrección valida estas afirmaciones. Además de todo esto, Jesús nos prometió que, si creemos en Él, tendríamos vida eterna (Juan 3:16). Su resurrección nos confirma que esta promesa se cumplirá. Aunque es Su muerte, entonces, lo que logra nuestra salvación, es Su resurrección lo que demuestra que verdaderamente lo ha logrado.


No podemos separar la muerte y resurrección de Cristo, de Su vida y Sus enseñanzas. No es cualquier persona quien resucitó hace alrededor de 2,000 años atrás, sino que fue Jesús de Nazaret; el mismo Jesús de Nazaret que hizo todas estas afirmaciones. Por lo tanto, Su resurrección inevitablemente está atada a Su vida, Sus enseñanzas, y Su naturaleza. Y, cuando lo vemos de esta manera, podemos concluir que, si todo lo que dijo en vida hubiera sido mentira, Dios no lo hubiera resucitado. Al resucitar a Jesús, Dios puso Su sello de aprobación en Él, validando Su vida, Su mensaje, y Sus promesas. En otras palabras, Dios no hubiera resucitado a un hereje. El hecho de que Jesús resucitó nos demuestra que verdaderamente Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y Dios hecho hombre. Nos demuestra que verdaderamente tiene la autoridad para perdonar nuestros pecados, y por lo tanto que, si creemos en Él, seremos salvos.


Por otro lado, si Jesús no hubiera resucitado, no tendríamos razón para creer en Él. Por tal razón Pablo nos dice que nuestra fe es vana, si Jesús no hubiera resucitado. Por ejemplo, pensemos en los discípulos. Cuando Jesús murió, Sus discípulos quedaron destrozados, a tal punto de que se fueron a esconder de los fariseos para no ser crucificados, también (Juan 20:19). Ellos habían puesto su fe en Jesús, Su maestro, Su Mesías, Su Salvador. El problema es que, en el primer siglo, el concepto del Mesías no incluía Su muerte. Los judíos creían que, cuando viniera el Mesías, iba a reinar para siempre (nunca iba a morir). Por lo tanto, cuando Jesús muere, la fe que los discípulos habían puesto en Él quedó destrozada. Debieron haberse preguntado, “¿Cómo es posible que el Mesías esté muerto?” Y, en respuesta, debieron haber concluido, “Claramente Jesús no era el Mesías.” De hecho, esa era la intención de los fariseos cuando decidieron matar a Jesús (Juan 11:45-50).


Imaginemos, ahora, que Jesús no hubiera resucitado. ¿Qué hubiera pasado con los discípulos? Si Su muerte provocó que ellos perdieran su fe, y que se escondieran por miedo a morir, ¿qué hubiera pasado si Jesús nunca hubiera resucitado? No es muy difícil imaginar qué hubiera pasado. Sencillamente, nunca se hubieran convertido en los evangelistas valientes en el cual se convirtieron; nunca hubieran arriesgado sus vidas para predicar el evangelio, y por lo tanto el cristianismo nunca se hubiera esparcido por el resto del mundo.


Pero, digamos que, aunque Jesús no hubiera resucitado, por alguna razón las personas decidieron continuar predicando el evangelio, y que el cristianismo se hubiera esparcido por el mundo de la misma manera (lo cual es altamente improbable). Les pregunto, si Jesús no hubiera resucitado, ¿Qué razón tendríamos para creer en ese evangelio? ¿Cómo podríamos decir, por ejemplo, que Jesús venció el pecado y la muerte, si ni tan siquiera Su propia muerte pudo vencer? La verdad es que no tendríamos base para tal afirmación. Es la resurrección de Cristo que nos demuestra que todo lo que Jesús dijo, hizo, y prometió, es verdad. Sin eso, nuestra fe pierde todo valor.


La Resurrección le da valor y propósito a nuestras vidas, porque sabemos que nada de lo que hacemos es en vano (1 Corintios 15:58), ya que en su tiempo, tendremos recompensa (vida eterna). La Resurrección nos da esperanza en medio de la tribulación porque sabemos que un día, nosotros también resucitaremos. La Resurrección es la razón de nuestra fe y nuestra esperanza; es la razón por la cual podemos creer y confiar en Cristo.

Eso es, entonces, lo que nosotros celebramos en Semana Santa. Recordamos la muerte de Jesús por nuestros pecados, y celebramos ese perdón que hemos recibido, gracias a Su gran sacrificio. Su resurrección nos valida que ese sacrificio no fue en vano, y nos demuestra que el mensaje de salvación, el evangelio, es verdad. Por lo tanto, la Resurrección es, o debería de ser, central en nuestra fe y nuestra predicación. Sin ella, verdaderamente nuestra fe es vana. Pero, gracias a ella, tenemos vida eterna.

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