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Manuel Boglio

En Medio de la Tragedia


Hace un mes atrás perdí a mi papá. Demás está decir que, hasta el momento, esto ha sido la situación más difícil que me ha tocado vivir en toda mi vida. Y, estoy consciente que, para el resto de mi familia, por diferentes razones, ha sido aún más difícil. Durante este mes, he tenido que reflexionar sobre muchas cosas que jamás pensé tener que reflexionar, y enfrentar situaciones y pensamientos que jamás pensé experimentar. Y, al centro de toda esta situación, para bien y para mal, ha estado mi fe.

 

Ayer me tocó predicar por primera vez desde la muerte de papi, y por supuesto no podía pensar en nada más que en papi, al sentarme a escribir el mensaje. De hecho, este ha sido el único mensaje que ha estado viviendo en mi cabeza desde hace un mes. Cada día lo repito en mi mente. Y, hoy quiero escribirlo formalmente y compartirlo con todo aquel que me quiera leer. Es un mensaje que está basado en un pasaje que he estudiado, predicado, enseñado, y escrito anteriormente. Pero, a raíz de esta tragedia familiar, ha adquirido un nuevo significado, para mí, el cual quiero compartir con otros. Lo que leerán a continuación, entonces, es ese mensaje.

 

Génesis 12:1-3 nos dice, “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”

 

Esta promesa y llamado de Dios tiene tres elementos principales. Primero, la promesa de una nueva tierra (“la tierra que te mostraré”). Segundo, la promesa de descendencia (“haré de ti una nación grande”). Y, tercero, la promesa de una bendición universal (“serán benditas en ti todas las familias de la tierra”). La primera vez que me tocó estudiar este pasaje fue para una clase bíblica en mi iglesia local. En esta iglesia, acostumbramos a utilizar el libro “El Discípulo,” el cual te da los temas, los pasajes centrales, y una breve explicación del pasaje. En esencia, lo único que tiene que hacer el maestro es leer el capítulo, y dar la clase. Pero, cuando me tocó hacer este estudio, me fijé que el capítulo me pedía que comenzara con Génesis 12:1-3, y luego brincara a Génesis 15, el cual comienza diciendo, “Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.”

 

Noten que Génesis 15 comienza con unas palabras de aliento de parte de Dios hacia Abram. Pero, si brincas del capítulo 12:1-3, al capítulo 15, estas palabras de aliento no tienen sentido. ¿Cómo llegamos aquí? Si, cuando último leímos sobre Abram (capítulo 12), Dios le había hecho un llamado y unas promesas, y el pasaje nos dice que “Se fue Abram, como Jehová le dijo.” En otras palabras, Abram obedeció el llamado de Dios. Pero, ahora en el capítulo 15, nos encontramos con un Abram que, al parecer, necesita unas palabras de aliento de parte de Dios. Claramente, algo había ocurrido en la vida de Abram que provocó que Dios sintiera la necesidad de alentarlo. Pero, si sólo lees este pasaje, no tendrías idea de lo que pudo haber ocurrido. Por tal razón, cuando primero preparé este estudio, lo vi necesario retroceder a los capítulos anteriores, para entender el contexto del capítulo 15, y así poder entender un poco más estas palabras de Dios.

 

Volviendo al capítulo 12, entonces, notarán varias cosas. Primero, noten que el pasaje comienza diciendo, “Pero Jehová había dicho a Abram” (énfasis, mío). Génesis 12:1-3 es la primera vez que nosotros, el lector, está leyendo sobre el llamado a Abram. Pero, esta no es la primera vez que Dios le dice estas palabras a Abram. El pasaje nos está recordando de una promesa que Dios le había hecho a Abram anteriormente. Pero, si intentas retroceder un poco más, al capítulo 11, por ejemplo, no encontrarás por ningún lado el momento en el cual Dios le hizo este llamado a Abram, originalmente. No es hasta miles de años más tarde que el autor de Hechos nos revela que, “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela…” (Hechos 7:2-3).


Ahora, noten lo que nos dice Génesis 12:4; “Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán” (énfasis, mío). En Génesis 12, ya Abram está en Harán, y es desde Harán que él parte hacia la Tierra Prometida. Quiere decir, entonces, que el llamado original tuvo que haber ocurrido antes de este momento. Con el contexto de Hechos 7 en mente, podemos ir al capítulo 11, en donde nos dice que “Tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí” (v. 31).

 

El capítulo 11, entonces, nos dice que Taré, el padre de Abram, tomó a Abram y el resto de su familia para irse hacia Canaán. Y, ¿qué era Canaán? Este es el nombre original de la Tierra Prometida. Esto quiere decir, entonces, que ya en el capítulo 11, Dios le había hecho el llamado original a Abram. Y, ¿de dónde estaban saliendo para ir a Canaán? De “Ur de los caldeos.” Ur era en Mesopotamia, y era la tierra de Abram y su familia. Esto nos permite entender que fue aquí, en Ur, que Dios le dio la promesa a Abram por primera vez.

Ahora, noten, también, que el que tomó a su familia para ir a la Tierra Prometida no fue Abram, sino su padre, Taré. Y, noten que se fue la familia entera. A veces pensamos que, cuando Dios le dijo a Abram, “vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre,” que esto quería decir que Abram se tenía que ir sólo. Pero, claramente esta no es la forma en que Abram entendió el llamado de Dios.


Claramente, cuando Dios le hizo el llamado a Abram, él entendió que el llamado y las promesas eran para él y para su familia entera. Ya me imagino a Abram, habiendo recibido el llamado de Dios por primera vez, contento, yendo a su familia para decirles, “¡Dios nos ha dicho que vayamos a una tierra que Él nos va a mostrar, y que nos va a bendecir grandemente, allá! ¡Vayamos!” Claramente, esto es la forma en que Abram entendió la promesa y el llamado de Dios porque, de lo contrario, no estarían yendo todos hacia la Tierra Prometida. Y, no sólo eso, si el llamado de Abram hubiera sido solamente para él, Abram hubiera estado en desobediencia al irse con su familia. Pero, en ninguna parte de la Biblia nos dice que Abram estaba en desobediencia en este momento. Al contrario, es por su obediencia en este pasaje que a Abram se le conoce como el “padre de la fe.”

 

Todo esto lo comparto para que entendamos el corazón de Abram, y que, con ese contexto en mente, podamos entender mejor lo que ocurre de camino hacia Canaán. Génesis 11:31-32 nos dice que Taré tomó a Abram y al resto de su familia y partieron hacia Canaán, pero de camino se detuvieron en Harán, “Y fueron los días de Taré doscientos cinco años; y murió Taré en Harán.” Esta muerte explica el por qué Génesis 12 comienza con la palabra, “Pero.” El “pero” está diseñado para crear un contraste entre dos o más cosas. En este caso, y si leemos el último verso de Génesis 11, e inmediatamente leemos 12:1, notaremos que el contraste que se está haciendo es entre la muerte de Taré, padre de Abram, y el llamado de Dios. La forma correcta de leerlo, entonces, es, “Taré murió en Harán, pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela…” En otras palabras, luego de la muerte de Taré en Harán, claramente Abram tuvo que haber estado desalentado, triste, y quizás un poco confuso. Y, a raíz de todo esto, tuvo que haber contemplado quedarse en Harán, y no continuar hacia Canaán. PERO, Dios le había hecho un llamado y unas promesas. Por lo tanto, no podía quedarse en Harán, a pesar de la tragedia. Y, Abram, entendiendo esto, toma el resto de su familia, y parte hacia Canaán. Ahora entendemos mejor el pasaje.

 

Quiero que nos pongamos en los zapatos de Abram, en este momento. Recordemos que, para Abram, el llamado y las promesas que Dios le había hecho eran para él y su familia. Por tal razón salieron todos, juntos, hacia Canaán. Sin embargo, de camino a la Tierra Prometida, ¡se muere su papá! ¿Cómo se debió haber sentido Abram, en ese momento? ¿Cómo te sentirías, tú? Además del dolor y el sufrimiento por la muerte de su padre, no dudo que Abram debió haber sentido mucha confusión. Y, la razón por la cual no lo dudo es porque eso es lo que yo hubiera sentido, en ese momento.

 

La confusión es algo del cual nadie te habla cuando hablan sobre la pérdida de un ser querido. Pero, por experiencia les puedo decir que, además de la tristeza, uno siente mucha confusión. Especialmente para mí, como cristiano, en este proceso me han venido muchas preguntas a mi mente que no he podido contestar, plenamente. Abram tuvo que haberse hecho preguntas similares. “¿Por qué murió papi?, por ejemplo. ¿Por qué murió antes de llegar a la Tierra Prometida? ¿No era mi padre parte de la promesa? ¿Las promesas no eran para toda mi familia? ¿Por qué, entonces, permites esto? ¡No entiendo, Dios!”

Algo así imagino que Abram debió haber estado pensando. Así pensé yo con la muerte de mi padre.


Entendamos, entonces, que la situación de Abram no pudo haber sido fácil, pero las dificultades no terminan ahí. Si siguen leyendo los demás capítulos, verán que, además de la muerte de su padre, Abram sufrió necesidad física en el desierto, su vida estuvo en peligro en más de una ocasión, tuvo una división familiar en la que Lot y su familia se tuvieron que apartar de Abram, y luego Lot fue secuestrado y Abram tuvo que entrar en guerra con naciones ajenas para rescatarlo. Todo esto de camino a la Tierra Prometida.

 

Con este contexto en mente, podemos regresar al capítulo 15, y entender el por qué Dios le dice a Abram, “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.” Claramente, Abram está dolido, frustrado, confuso, y desanimado. Dios ve esto, e inmediatamente intenta ofrecerle palabras de aliento. Pero, noten la respuesta de Abram: “Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Miera que no me has dado prole, y he aquí será mi heredero un esclavo nacido en mi casa” (vv. 2-3). En otras palabras, en respuesta al aliento de Dios, Abram le está diciendo a Dios, “¿Qué me puedes dar, tú, si ni tan siquiera me has dado un hijo?” ¡Qué palabras tan fuertes!

 

Claramente, entonces, Abram está molesto con Dios, y está perdiendo su confianza en Él. Ahora, si tú estuvieras en esta situación, ¿qué respuesta tú esperarías de parte de Dios? ¿Qué te pudiera decir Dios para restaurar tu confianza en Él? Le he hecho esta pregunta a varias personas, y la mayoría me dice algo como, “Necesitaría que Dios me explique el por qué todo esto está pasando, y que me garantice que va a cumplir Su promesa.” Sin embargo, miren la respuesta de Dios: “Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia” (vv. 4-5).


Noten que Dios no le ofrece ninguna explicación a Abram. En esencia, la respuesta de Dios es simplemente una repetición de la promesa original. Ya Dios le había prometido descendencia. Y, en respuesta al reclamo de Abram, Dios simplemente le repite la promesa de una manera más bonita. Si alguien te prometiera algo, y pasa el tiempo y no lo cumple, y tú le reclamas, y en respuesta la persona simplemente te repite la promesa, ¿eso te ayudaría a restaurar tu confianza en esa persona? Entiendo que no. En esa situación, yo pensaría, “¿De qué me vale que me vuelvas a prometer lo mismo, si todavía no has cumplido tu primera promesa?”

 

Sin embargo, noten la respuesta de Abram: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (v. 6). ¿Por qué esta respuesta funcionó para restaurar la fe y la confianza de Abram? Porque el que le estaba repitiendo la promesa no era un mero ser humano; era Dios. Al repetirle la promesa a Abram, entonces, en esencia lo que Dios le está diciendo es, “Recuerda con quién estás hablando. Yo soy Dios. Yo cumplo mis promesas.” De hecho, en el capítulo anterior, luego de haber rescatado a Lot, Abram reconoce que fue Dios quien le dio la victoria. Abram ya ha visto la fidelidad de Dios, entonces. Por lo tanto, cuando Dios le repite la promesa, Dios le está recordando a Abram quién es Él: Dios fiel.

 

Ahora les quiero contar un poco sobre la pérdida de mi papá. Papi tuvo un derrame cerebral un domingo, y el viernes siguiente lamentablemente murió. Esos 5 días han sido los 5 días más difíciles de mi vida, hasta el momento. Me han traumado tanto que vivo con un miedo constante de volver a experimentar otra tragedia similar, y no tener las fuerzas para enfrentarla. Tengo muchas experiencias que pudiera compartir sobre toda esta situación, pero sólo compartiré una. Durante esos 5 días, pude notar como cada día que pasaba, mi corazón se iba endureciendo hacia Dios más y más. Cada día que pasaba sentía mi corazón cerrándose hacia Dios, a tal punto de que un día sentí que ya estaba a punto de cerrarlo por completo. Esto no es algo que yo quería, y estaba haciendo todo lo posible para resistirlo. Pero, no podía evitarlo.

 

Mi corazón llegó a endurecer a tal punto de que, cuando las personas me hablaban sobre Dios, o nos decían cosas como, “Estamos orando por ti,” no me daba esperanza; lo que me daba es coraje. Estaba molesto con Dios, y confieso que aún esa molestia no ha desaparecido por completo. Un día escuché a alguien contando una experiencia que no tiene que ver con papi, en donde la persona vio a alguien por la calle, y se detuvo para orar por ellos. Recuerdo escuchar esa historia y pensar, “Orar, ¿para qué? ¿Cuál es el punto de la oración?” Verdaderamente, estaba endurecido.

 

Se podrán imaginar el por qué me estaba sintiendo así, pero por sea acaso se los explico. En resumen, yo no podía entender el por qué Dios no estaba escuchando nuestras oraciones de sanidad. Pensaba, “La Biblia nos dice que Dios escucha oraciones, pero ¿por qué no escucha las nuestras?” “La Biblia nos dice que Dios sana, pero ¿por qué no sana a papi?” Muchas personas estaban unidas en oración durante esos 5 días, pero papi seguía en coma. ¿Cómo puedo seguir creyendo en Dios, después de esto?

 

El día que mi corazón estaba a punto de cerrarse por completo, el siguiente pensamiento me vino a la mente. Recordé que, en las semanas anteriores, yo había estado enseñando en el colegio donde trabajo sobre los atributos de Dios. Por varias semanas, en las clases hablamos de que Dios es omnipotente, omnisciente, omnipresente, eterno, etc. Y, luego de discutir Sus atributos, les enseñé cómo estos atributos tienen un impacto directo en nuestras vidas. Por ejemplo, si Dios es omnisciente, quiere decir que Él conoce nuestras necesidades antes que se las contemos en oración. Y, si Dios es omnipotente, quiere decir que no existe oración que Él no pueda contestar, o milagro que Él no pueda hacer. Y, recuerdo claramente que, al final de esa serie de clases, yo le dije a mis estudiantes, “Es bien importante reflexionar regularmente sobre quién es Dios; sobre Sus atributos, porque en momentos de aflicción esto es lo que nos va a ayudar a perseverar.”

 

Entiendan que yo doy clases a 5 grupos distintos, y les estoy dando el mismo material a todos. Quiere decir que 5 veces en una misma semana, yo les dije esas palabras a mis estudiantes. “Reflexionen sobre quién es Dios, porque en momentos de aflicción esto es lo que les va a ayudar a perseverar.” Y, ahora había llegado mi momento de aflicción.

 

En ese momento, me vi obligado a tomar una decisión. O rechazo todo aquello que yo le he enseñado a estos y a otras personas a lo largo de mi vida, o lo pongo en práctica. Yo les dije estas palabras a mis estudiantes semanas antes de lo de mi padre, y ahora me toca ponerlo en práctica. Y, cabe recalcar que yo no enseño lo que no creo. Por lo tanto, cuando yo les dije estas palabras a mis estudiantes, eran genuinas. Genuinamente las creía. Así, que, en medio de la aflicción, yo tenía que decir entre rechazar o poner en práctica aquello que yo genuinamente creía. Y, a raíz de esta reflexión me vinieron las siguientes preguntas a mi mente: ¿Dios es fiel solamente cuando contesta mis oraciones, o Dios es fiel siempre? La respuesta es, siempre. ¿Dios es bueno solamente cuando las cosas andan bien en mi vida, o Dios es bueno siempre? La respuesta, nuevamente, es siempre. En otras palabras, ¿Dios es Dios solamente cuando me conviene, o Dios es Dios siempre? La respuesta es que DIOS ES DIOS, SIEMPRE.

 

Esta es la lección que he tenido que aprender en medio de la tragedia: Dios es Dios, siempre. Esto es lo que Dios le estaba recordando a Abram en Génesis 15. Al repetirle Su promesa, Dios le estaba recordando a Abram quién es Él. Estaba provocando que Abram reflexionara sobre quién es Dios, y se diera cuenta que Dios sigue siendo el mismo, no importando las circunstancias. Y, esto ha sido la lección más difícil que he tenido que aprender en toda mi vida, y aún la estoy aprendiendo. “No pretendo haberlo alcanzado,” como dice Pablo. Estoy en un proceso, y falta mucho por recorrer.

 

Pero, en medio del proceso, y en medio de la tragedia, siento la necesidad de compartir esta lección con otras personas. Es sumamente importante reflexionar regularmente sobre quién es Dios. Y, no esperemos al momento difícil para hacerlo porque, en ese momento, se nos hará casi imposible lograrlo. Debemos de reflexionar en Dios ahora, mientras estamos “bien” (sé que “bien” es relativo, porque siempre estamos pasando por algo). Y, ahora digo estas palabras no sólo porque las creo, o porque las leí en la Biblia, sino porque lo he vivido. En medio de la tragedia, fue precisamente reflexionar sobre quién es Dios que salvó mi fe en Él. Esto es lo que logró evitar que mi corazón se endureciera por completo, y que estuviera aquí, en este momento, escribiendo estas palabras.

 

La dura realidad que he tenido que enfrentar es la siguiente: Cuando papi estaba vivo, Dios era Dios. Cuando a papi le dio el derrame, Dios era Dios. Cuando papi murió, Dios era Dios. Y, hoy que estoy dolido y sufriendo, Dios sigue siendo Dios. Dios no cambia. Es el mismo ayer, hoy, y siempre. Y, a veces las circunstancias no nos tienen sentido, y no podemos entender el cómo Dios puede permitir estas cosas. La realidad del caso es que yo aún no lo entiendo. Aún me siento frustrado, en ocasiones, con Dios, y aún tengo mucho dolor y confusión. Pero, he podido entender, por lo menos, que nada de eso cambia la realidad de Dios. Y, tristemente no me toca entenderlo todo. Pero, sí me toca confiar. Y, eso intento.

 

Que algo que haya dicho aquí ayude a alguien a perseverar en medio de la tragedia. Dios los bendiga.

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