Introducción
Hace alrededor de 15 años, entregué mi vida a Cristo. El camino a esa decisión es largo, y lo he contado en otros lugares con más detalle. Pero, en resumen, fui convencido de la verdad del cristianismo por medio del estudio de la Biblia, luego de un tiempo intentando demostrar que la Biblia era falsa. Una vez llegué a la conclusión de que Dios existía, y que la Biblia era verdad, me tomó unos años en finalmente decidir asistir a una iglesia. Y, la razón principal por la cual no quería ser miembro de alguna iglesia era porque, en mi experiencia, las iglesias estaban llenas de personas ignorantes sobre su propia fe.
Se escucha feo y fuerte lo que acabo de decir, pero era mi percepción en aquel tiempo. Antes y después de creer en Dios, yo tenía muchas preguntas y dudas. Pero, cuando les presentaba estas dudas o preguntas a personas cristianas, no sabían responder. Esto me desilusionó bastante, y por tal razón no quería ser parte de eso. Yo no quería ser parte de una iglesia, decía yo, que al parecer no sabían nada sobre su propia fe.
Por diferentes razones, terminé asistiendo a una iglesia, de todas formas, y en esa iglesia entregué mi vida a Cristo. Desde ese día, yo supe cuál era mi llamado: la defensa de la fe. Ese día, además de decidir creer en Cristo, decidí ser para otros lo que nadie fue para mí. En otras palabras, me propuse la meta de ser esa persona a quien otras personas podían acudir, buscando respuestas a sus dudas o preguntas. Yo sabía que, como yo, había muchas personas en el mundo que tenían dudas o preguntas que, en sus mentes, les estaban impidiendo tomar la decisión de creer en Cristo. Con el tiempo, me di cuenta de que también había muchas personas dentro de la iglesia con dudas y preguntas sobre Dios, la Biblia, o el cristianismo en general, y que su fe estaba menguando por estas dudas. Cuando me di cuenta de esto, enfoqué mi ministerio de apologética a la iglesia, intentando todo lo posible por educar y ayudar a fortalecer la fe de las personas.
A lo largo de los años, muchas personas (cristianas) me han acusado de ser demasiado intelectual. Me han dicho que debo de enfocarme más en lo espiritual; en el amor de Dios, el fruto del Espíritu, etc. Algunos dicen que no podemos convencer al mundo de que Dios existe; que no podemos evangelizar por medio de argumentos intelectuales. “Dios no necesita defensa,” me dicen, como si eso refutara la validez de la apologética.
A raíz de esto, de vez en cuando me gusta recordarles a las personas las razones por la cual yo hago lo que hago. Esto no es un tema que se habla mucho en la iglesia, especialmente en Puerto Rico, y por tal razón no me sorprende que la mayoría no entienda el por qué es tan importante y necesario. Entiendo el por qué algunos piensan que soy puro intelecto, aunque no saben sobre mi vida espiritual porque, además de que considero ese aspecto un tanto personal, pocos se me acercan y hablan conmigo sobre el tema.
Si hablaran conmigo, se darían cuenta que lo intelectual es solo un aspecto de mi vida y ministerio. Se darían cuenta que, para mí, el estudio de la Palabra es un acto de adoración. Cuando más cerca me siento de Dios es cuando estoy estudiando algún tema de índole cristiano para algún escrito, video, taller o predicación. Si me siguieran a diario, verían todo lo que yo hago para ayudar y amar al prójimo, personas que (gracias a Dios) he podido ayudar a no quitarse la vida, a salir de situaciones peligrosas o violentas, a romper con adicciones sexuales, a vencer sus luchas mentales (como la ansiedad y la depresión), etc. Y, hablo en primera persona como si yo hiciera todas estas cosas, pero reconozco perfectamente que en realidad es Dios. Yo soy mero instrumento.
Si las personas tomaran el tiempo para hablar conmigo y conocerme, no dirían la mitad de las cosas que dicen sobre mi ministerio. Pero, los entiendo. Es normal sentirse así. Es entendible el por qué piensan que la apologética no es bíblica, o necesaria. Por tal razón, hago este escrito, además de los videos y otros escritos que he hecho en el pasado sobre el mismo tema. Como mencioné arriba, de vez en cuando es bueno recordarles.
¿Qué es la Apologética?
Primeramente, ¿qué es la apologética? 1 Pedro 3:15 nos dice, “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.”
La palabra que se traduce como “defensa,” en el griego es “apologia.” De aquí sale nuestra palabra, “apologética.” En esencia, Pedro nos está diciendo que debemos de estar preparados para defender nuestra fe (la razón de la esperanza que hay en nosotros). ¿Ante quién? Ante “todo” el que nos demande una razón de por qué creemos lo que creemos.
Noten que Pedro no distingue entre santificar a Dios en nuestros corazones, y la apologética. Nos manda a hacer ambas cosas en el mismo pasaje. ¿Por qué? Porque están relacionadas. Noten, también, la actitud con la que nos manda a defender nuestra fe: con mansedumbre y reverencia. En otras palabras, el amor hacia Dios y el prójimo es una parte esencial de la apologética. El que intenta hacer una distinción entre ambas, diciendo, por ejemplo, “No necesitamos defender nuestra fe. Lo que necesitamos es amar al prójimo,” no ha entendido el mensaje de Pedro.
En resumen, entonces, la apologética es la defensa de la fe. Pero, existen dos tipos de apologética: la positiva y la negativa. La apologética positiva es aquella que busca demostrar la verdad del cristianismo, o algún aspecto del cristianismo. Presentar evidencia de la resurrección de Cristo, por ejemplo, es apologética positiva. La apologética negativa, sin embargo, es aquella que busca responder o refutar cualquier argumento, duda, o crítica hacia el cristianismo. Cuando alguien dice que la Biblia tiene contradicciones, por ejemplo, y el cristiano intenta demostrar que no tiene contradicciones, eso es un ejemplo de la apologética negativa.
La apologética también tiene dos aplicaciones distintas: la interna y la externa. Internamente, la apologética busca fortalecer la fe de los que ya creen. Externamente, la apologética busca demostrarle al no-creyente que el cristianismo es verdad. Yo he estado en ambos lados de esta ecuación, primero como no-creyente buscando demostrar que la Biblia era falsa, y luego como creyente, cayendo en un proceso de dudas en donde mi fe por poco desvanece. En ambos casos, la apologética me ayudó.
¿Por qué debemos de defender nuestra fe?
Una vez entendemos lo que es la apologética, es natural hacernos preguntas sobre su valor. En otras palabras, ¿debemos de defender nuestra fe? ¿Es esto necesario para el cristiano? ¿Qué valor tiene esto? ¿Dios necesita defensa? Me enfocaré en la pregunta titular: ¿por qué debemos de defender nuestra fe?
La respuesta más clara a esta pregunta es: porque la Biblia nos manda a hacerlo. Ya cité a 1 Pedro 3:15, lo cual es suficiente como para entender que la defensa de la fe es un mandato bíblico. Estamos llamados a estar preparados para hacer esto, y todo cristiano debería de buscar vivir en obediencia (Juan 14:23). Pero, tenemos otros pasajes que hacen exhortaciones similares. Por ejemplo, Tito 1:9 nos dice que debemos de ser retenedores “de la palabra fiel tal como ha sido enseñada,” para que podamos “exhortar con sana enseñanza y convencer a los que la contradicen” (énfasis, mío). Otras traducciones dicen, “refutar a los que se opongan” (NVI, por ejemplo). Similarmente, 2 Timoteo 2:25-26 nos dice que el siervo de Dios, entre otras cosas, “debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad” (NVI).
Además de estos pasajes que explícitamente nos exhortan a defender nuestra fe, tenemos el ejemplo bíblico el cual debemos de imitar. Por ejemplo, cuando los discípulos de Juan el Bautista fueron donde Jesús, pidiendo evidencia de que Él era el Mesías, noten que Jesús no les dijo, “No es necesario convencerlos o darles evidencia. Sólo crean.” Al contrario, Jesús les presentó la evidencia que andaban buscando: “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Lucas 7:22). Jesús les estaba diciendo que todos estos eventos eran evidencia de que Él era el Mesías, y no los regañó por pedir tal evidencia.
Similarmente, cuando Jesús purifica el templo, y los fariseos le cuestionan Su autoridad para hacer tal cosa, Jesús les dice, “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19). En otras palabras, Jesús les estaba diciendo que Su muerte y resurrección iban a ser la evidencia que demuestra que Él tenía la autoridad para purificar al templo. Dice lo mismo cuando le piden una señal (Mateo 12:39-40). De hecho, cuando único Jesús no se defendió ante los ataques, dudas o críticas fue en Su crucifixión. En vida, Jesús siempre estaba preparado para responder o refutar cualquier ataque, duda o pregunta que le presentasen. Esto, en esencia, es apologética.
Pero, un ejemplo aún más claro que el de Jesús lo podemos ver en Pablo, quien en más de una ocasión discutió con los judíos, intentando convencerlos de la verdad del evangelio. Por ejemplo, Hechos 19:8 nos dice que, “Entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.” Similarmente, Hechos 17:2-3 nos dice, “Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos.”
Noten varias cosas en estos dos ejemplos. Primero, que Pablo iba a las personas; no esperaba que vinieran donde él (iba a la sinagoga, un lugar donde sabía que iba a recibir resistencia). Segundo, Pablo no iba simplemente predicando el evangelio, aunque esto era parte de lo que hacía, sino que iba y discutía con los judíos, por semanas o meses, intentando convencerlos de la verdad del evangelio. El que piensa que la apologética no es bíblica, no ha leído la Biblia lo suficiente. Incluso, en una ocasión Hechos nos dice que Pablo iba a las ciudades y “refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (Hechos 18:28). Por tal razón, Pablo decía que “Estoy puesto para la defensa del evangelio” (Filipenses 1:17), y por tal razón había sido encarcelado (Filipenses 1:7).
Recordemos que Pablo nos dice que, “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Por lo tanto, debemos de ser defensores de la fe, así como lo fue Pablo (y Jesús, y otras figuras bíblicas). Existen muchos otros ejemplos de la defensa de la fe en la Biblia, pero estos son suficientes como para dejar claro que, bíblicamente, todos somos llamados a defender nuestra fe. No podemos permitir que el mundo ataque o critique la Biblia, a Dios, o al cristianismo, y quedarnos con los brazos cruzados y bocas cerradas.
Pero, existen otras razones del por qué debemos de practicar la apologética. Les cito, de nuevo, a 2 Timoteo 2:25-26, el cual nos dice que debemos de refutar o corregir “a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad” (NVI). Esto es una exhortación a la apologética, pero ¿con qué fin? Pues, con el fin de que las personas logren “despertar” y “escapar” de la trampa del diablo que los tiene cautivos. Pero, esto no ocurre sólo por argumentos, sino que ocurre si “Dios les conceda el arrepentimiento."
Este pasaje nos enseña que uno de los propósitos de la apologética es el evangelismo. La apologética es uno de los medios que Dios puede usar para llevar a alguien al arrepentimiento y a entregar su vida a Él. Les recuerdo mi testimonio. Existen muchas personas que en este momento no han entregado su vida a Cristo porque tienen ciertas barreras intelectuales que se lo impiden. El trabajo de la apologética es intentar romper o debilitar estas barreras, para que la persona pueda estar más abierta a escuchar y creer en el evangelio.
También nos encontramos en una sociedad que es, cada día, más y más secular e intelectual. En Europa en los siglos 17-19 ocurrió un gran despertar intelectual (el período de la Iluminación), creando una sociedad que no ve a la religión como una opción viable. Por tal razón, hoy día predicar el evangelio en ese país es casi imposible, no porque no es permitido, sino porque nadie lo toma en serio. En los estados unidos (incluyendo a Puerto Rico) está ocurriendo un despertar similar en los últimos 100 años. Nuestra sociedad va de camino a una mentalidad que no considera la religión como algo serio o viable. La apologética, entonces, es necesaria para evitar esto. La apologética busca, entre otras cosas, demostrar que el cristianismo es una opción racional e intelectualmente viable y defendible, lo cual permite que el evangelio pueda ser predicado. Si queremos una sociedad en la cual el evangelio ya no es considerado como una opción viable, sino que lo vean como un chiste, sigamos ignorando la apologética.
Por último, otra razón por la cual debemos de practicar la apologética es porque existen muchas personas en la misma iglesia que tienen dudas sobre Dios, y su fe está menguando. Los jóvenes, en especial, están siendo atacados constantemente en el mundo y en la universidad, y muchos no saben cómo responder. No es casualidad que la mayoría de los jóvenes cristianos que entran a la universidad, salen ateos o agnósticos al final de sus estudios.
La iglesia necesita poder ofrecer una respuesta a estas personas, cristianos y no-cristianos, que tienen dudas o preguntas sobre Dios (y el cristianismo en general), y para eso es la apologética. Si queremos seguir perdiendo nuestra juventud, sigamos ignorando la apologética.
Conclusión y Punto Adicional
Podemos ver, entonces, que existen 3 razones principales por la cual debemos de practicar la apologética. Primero, porque la Biblia nos manda a hacerlo. Segundo, para poder evangelizar de manera más efectiva. Y, tercero, para poder ayudar a fortalecer la fe de los que ya creen, pero tienen dudas.
En otras palabras, practicamos la apologética por amor a Dios y Su Palabra, y por amor al prójimo. ¿No son estos los dos grandes mandamientos que Jesús nos mandó a seguir? (Mateo 22:37-40).
Antes de concluir, quisiera tocar un punto que muchos hacen sobre la apologética, y es: “Dios no necesita defensa.” No creo que sea necesario decir mucho sobre esto, luego de todo lo que he dicho, hasta ahora. Pero, diré dos puntos. Primero, noten las 3 razones que ofrecí para la apologética. Les pregunto, ¿En dónde dije que la apologética es necesaria porque Dios necesita defensa? No lo dije, porque eso no es una razón por la cual debemos de practicar la apologética.
Segundo, sabemos que Dios no necesita defensa. Pero ¿saben lo que tampoco necesita? La adoración. Dios no necesita que le adoremos, pero le adoramos. ¿Por qué? En parte en obediencia a Su Palabra (Salmo 150:6). Pero, más importante aún, lo hacemos por amor a Él (Marcos 12:30). Lo mismo podemos decir sobre la apologética.
Dios no necesita que le adoremos, o que oremos, o que le obedezcamos, o que leamos la Biblia, o que vayamos a la iglesia, etc. Pero, lo hacemos, es bueno hacerlo, y es necesario hacerlo. Si vamos a dejar de hacer algo simplemente porque Dios no necesita que lo hagamos, no haríamos nada. Por lo tanto, esto no es un buen argumento en contra de la apologética.
En fin, la apologética es bíblica, es necesaria, es útil, y es una muestra de amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo. Por eso hago lo que hago, y lo seguiré haciendo, no importando cuántos cristianos intenten convencerme de lo contrario. Espero que ustedes hagan lo mismo. Dios los bendiga.
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